En un principio, reinaba el caos, representado por las aguas primordiales (Apsu, las aguas dulces, y Tiamat, las saladas), materia informe que poseía todas las potencialidades. Al unirse las aguas, surgieron los dioses primordiales, Anu y Ea, y se engendraron dioses más jóvenes, entre ellos, Marduk. No tardó en estallar el conflicto entre las deidades, y Ea asesinó a Apsu. Tiamat juró venganza y reunió un ejército de monstruos, entre los que se encontraba Kingu, portador de la Tablilla del Destino (semejante a los me sumerios: decretos determinantes, contenidos en tablillas, relativos a las instituciones sociales y religiosas y su desarrollo, que dotaban a su portador de un poder absoluto)
Tras sufrir varias derrotas a manos de Tiamat (representado como una serpiente marina, o un dragón), los dioses eligieron a Marduk como su líder y rey. Éste se enfrentó a Tiamat (armado con un mazo y un rayo), lo venció y, tras darle muerte, dividió su cuerpo en dos mitades; una se convirtió en el cielo, y la otra en la tierra. Después, mató a Kingu, se apoderó de la Tabilla del Destino y, mezclando la sangre de éste con tierra, creó a los seres humanos. Marduk no sólo derrotó al enemigo de los dioses, sino al caos primordial, y pudo crear un universo ordenado. Con este mito, se consolidó y justificó la posición de central de Marduk entre los dioses, y de la propia Babilonia entre las ciudades.
En otras culturas de la Antigüedad, como la griega, la hitita o la védica, en los mitos sobre la génesis del mundo, también aparecen dioses que vencen al caos primigenio y se convierten en creadores del orden. Es el caso de Zeus, que venció a la serpiente Typhon, hijo de Gea, e instauró un nuevo orden. En los mitos hititas, el dios Teshub derrotó al monstruo Ullikumi, que había sido engendrado por el mar, es decir, por el caos. Por su parte, Indra (llamado Shakra, <<el poderososo>>, o Shachipati <<señor de la fuerza>>), armado también con un rayo, destruyó a la serpiente Vrytra (uno de los asuras, los adversarios de los dioses védicos), liberó las aguas y creó "el sol, el cielo y el alba", en suma, el mundo.