lunes, 18 de marzo de 2013

Kitsune, los espíritus-zorro. Tamamo-no-mae.

En la mitología japonesa, a los zorros se les atribuían una gran cantidad de poderes sobrenaturales, tales como cambiar de forma, respirar llamas o predecir el futuro. Eran longevos, y se decía que, a medida que pasaba el tiempo, iban desarrollando nuevas colas (los mayores llegaban a sumar nueve, y eran conocedores de todo aquello que acontecía en el mundo). 

Muchos zorros utilizaban sus poderes de transformación para adoptar una forma humana, y las mujeres-zorro solían convertirse en muchachas hermosas para seducir a los hombres. Otras veces, los espíritus-zorro se introducían en el cuerpo de las mujeres y las controlaban; se decía entonces que éstas sufrían de kitsune-suki, un tipo de enfermedad mental. Hasta el siglo XX, este término siguió utilizándose como diagnóstico de la psicosis padecida por mujeres. 

Por otra parte, no todos los kitsune eran malvados. Muchas mujeres-zorro vivían historias de amor con humanos, de final trágico, pues él siempre terminaba por descubrir la verdadera identidad de su amada. Los zorros también se asociaban a la prevención del mal, y en ocasiones eran considerados espíritus guardianes, ya que, tradicionalmente, se representaba a Inari, el dios del arroz, rodeado por dos zorros y, en épocas posteriores, pasó a representarse al propio Inari con semblante zorruno.

La leyenda de Tamamo-no-mae
Tamamo-no-mae era una cortesana famosa por su belleza, gracilidad y sabiduría, algo extraordinario teniendo en cuenta que tenía el aspecto de una joven de veinte años . Tan célebre se había vuelto que, el Emperador, Toba (siglo XII) se interesó por ella. Exigió conocerla y poner a prueba su saber, y ella respondió correctamente a todas sus preguntas. El emperador, deslumbrado, se enamoró de ella, y la convirtió en su amante favorita.
Una tarde, Toba dio una fiesta en su palacio de verano, a la que fueron invitados sus más preciados cortesanos. Había comida, y música hermosa. De pronto, un fuerte viento comenzó a aullar con furia, y todas las luces se apagaron, sumiendo todo en una profunda oscuridad. La corte se dirigió al exterior, pero allí todo estaba sumido en tinieblas. El viento corriendo entre los salones del sombrío palacio. Un cortesano pidió una lámpara, y, con sorpresa y horror, los invitados descubrieron que de Tamamo-no-mae se desprendía una luminiscencia sobrenatural. 
Al poco tiempo, el emperador enfermó y, cercano a la muerte, hizo llamar a un monje sintoísta para que lo examinase. El diagnóstico fue rápido: Tamomo-no mae-era una Kitsune, un zorro. Al ser descubierto su secreto, la joven volvió a su verdadera forma y huyó lejos, hacia el norte de Edo. Se ocultó en los páramos durante años, hasta que un monje budista la rescató y la guió hasta el camino de la iluminación.